lunes, 17 de enero de 2011

El Mundo, en Versión de La Mala Rodriguez

No le echemos más fuego al atril, ni nos metamos en camisas de once músicas (que ya La Mala Rodríguez ha dado bastante que hablar tras sus declaraciones a EL COMERCIO). Establezcamos que el rap y La Mala Rodríguez, ayer arropada por un público generoso en aplausos, pero muy poco en número, que dejó el Teatro Jovellanos semivacío, merecen opinión singular, sin acudir a comparaciones indeseables, máxime en una época que funde tendencias y deja espacio para una extensa pluralidad.
De la cantante nacida en Jerez de la Frontera y criada en Sevilla, que ayer presentó el contenido de su último disco en Gijón, 'Dirty Bailarina', sorprende a las primeras de cambio -para bien- el desparpajo poético de sus letras. Directas como un tiro, rabiosamente críticas y, no obstante, con un indudable atisbo de ternura bajo la piel. Así las dijo y así las cantó anoche, sin que el tuétano de sus verdades iracundas impidiera transparentar la fragilidad -y el amor a la vida- que subyace en las entrañas de las estrofas, de inspiración y aliento largos.
Por mucho que reafirmara su condición de mujer sin miedo, fuerte y básica como una tortilla de patatas -ahí estuvieron 'No pidas perdón' o 'Galaxias cercanas'-, que no habrá que poner en duda, también asomó su adoración del tiempo en forma de condimento -'Yo no mato el tiempo'-. Y al lado de su tabla de principios, remitiendo «a la mierda las instituciones,/ toda clase de partido,/ de gobierno y de tradiciones...» -'Por eso mato', de ribetes flamencos-, la delicadeza lírica de asimilar el mundo a un patito feo, en el tema que recoge el título de Andersen y que ayer, pese a ser esperado, sonó en Gijón con sus quebradas del flamenco pronunciadas y hondas, pero planeó como filosofía por los rincones del escenario.
En cada uno de ellos puso la joven cantante en evidencia su voz, la variedad de registros, desde el rap monocorde más reconocible -por ejemplo, 'En la línea'-, a las modulaciones de 'Un corazón' o los juegos vocales tecnológicos de 'Flores, vitaminas y sexo', eco de la fonética publicitaria -así nos pareció- de 'Blade Runner' y del desconcierto existencialista, «has viajado a un lugar/ que no figura en ningún mapa». O sea, que no se trató de dirimir primacías entre géneros musicales. Sólo la presentación de un disco -'Dirty Bailarina'-, lleno de sugerencias propias e intransferibles, que no contó con demasiado público, si bien el que asistió lo hizo de manera incondicional y entregada

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